Apuntando Territorios
Leonardo
Nieves
Muchos de los rituales que definen nuestra rutina son
el resultado de los hábitos aprendidos desde temprana edad de nuestros
parientes mayores, de allí que la recolección de objetos, así como su
catalogación y resguardo perfectamente envueltos, como si de piezas de museo se
tratara, siempre han sido actividades de las cuales nuestro joven artista Leonardo
Nieves disfruta y dice haber heredado de su abuela.
En su proceso creativo selecciona pigmentos, soportes
y materia prima para sus obras hurgando en la perimétrica urbana, en almacenes
olvidados en pleno centro de Caracas, en donde encuentra preciados tesoros como
cuadernos de dibujo de décadas pasadas, o unos pocos pliegos de papel de arroz
estampado. Esta pesquisa no se detiene al llegar a la intimidad hogareña en
donde escudriña en el costurero de su madre, o en los viejos álbumes
familiares.
Esta arqueología personal demuestra un gusto
particular por las superficies con historia, con pátina antigua, con aroma añejo
y con las típicas imperfecciones de origen que son utilizadas a favor por
Leonardo al momento de crear sus piezas. Cada una de sus obras habla desde su naturaleza
material, su tono, su textura y su transparencia u opacidad remiten al deleite purista
delicadamente construido a partir de la economía de los elementos.
En Apuntando Territorios el
artista redefine, vincula y confronta los componentes papel, costura e
impresión como recursos para generar una cartografía autorreferencial de
discreta escala. Una necesidad se percibe en el grupo, y es ganar
tridimensionalidad a través de los efectos causados por la perforación o la
superposición de soportes o por las sutiles costuras formadas por minúsculas
puntadas que bien pueden ser rematadas o azarosamente desbordadas del soporte.
El hilo delimita espacios, plantea recorridos cenitales
sobre territorios conocido o imaginado. En otros casos se desarrollan volúmenes
etéreos a través de cortes o de la intercalación de fibras traslucidas. Destaca
del grupo la serie Envolturas, en la
cual se tamiza la imagen fotográfica mediante un papel estampado con lunares. Las
puntadas pasan a ser puntos gráficamente molestos si pretendemos definir la
imagen velada.
En el lado opuesto con los Fotogramas textiles ya no es la fotografía, imagen explícita, la
que es condenada por el velo de papel, sino que el mismo papel sirve de soporte
al pigmento-hilo que siluetea en pequeños rectángulos los rasgos, a penas
perceptibles, de ríos, senderos o estructuras arquitectónicas. El sangrado del
hilo facilita la proliferación espacial de la obra, conectando con un zigzagueante
tejido todos los territorios apuntados por años en la imaginación de nuestro
creador y que se hacen geográficamente tangibles en la muestra.
Eduardo Bolívar Figueira